dijous, 14 de novembre del 2013

Carta de un hijo a un padre

Hola papa, no sé como decírtelo. Seguramente crees que lo haces por mi bien, pero no puedo evitar sentirme raro, molesto, mal. Me regalaste la pelota cuando apenas empezaba a andar. Aún no iba a la escuela cuando me apuntaste en el equipo. Me gusta entrenar durante la semana, bromear con los compañeros y jugar el domingo, como lo hacen los más grandes. Pero cuando vas a los partidos; no sé. Ya no es como antes. Ahora no me das una palmada cuando termina, ni me invitas a tomar algo. Vas a la grada pensando que todos son enemigos.

Insultas a los árbitros, a los entrenadores, a los jugadores, a otros padres; ¿Porqué cambiaste? Creo que sufres y no lo entiendo. Me repites que soy el mejor, que los demás no valen para nada al lado mío, que quien diga lo contrario se equivoca, que solo vale ganar. Ese entrenador del que dices que es un inepto, es mi amigo y quiere lo mejor para mí, él me enseñó a divertirme jugando dando menor importancia al resultado. El chico que el otro día salió en mi puesto; ¿te acuerdas?.

Si papi, aquel que estuviste toda la tarde criticando y diciendo que; no sirve ni para llevar los balones;. Ese chico va a mi clase. Cuando lo vi el lunes, me dio vergüenza. No quiero decepcionarte. A veces pienso que no tengo suficiente calidad, que no llegaré a ser profesional y a ganar millones, como tú quieres. Me agobias. Hasta he llegado a pensar en dejar de jugar; pero; ¡me gusta tanto!. Papá, por favor, no me obligues a decirte que no vengas más a verme jugar; Te pido papá, que me dejes jugar mis partidos.

Tú ya jugaste los tuyos, me lo has comentado y sé que fuiste muy bueno. Hace poco veíamos en la televisión un partido de fútbol, te enfadaste por que un jugador profesional se hizo expulsar por reclamar al árbitro y tú le insultaste, por no saber comportarse y dejar a su equipo incompleto. Sin embargo, tu reclamas al árbitro todas sus decisiones y hasta los insultas. Me confunde tanto esto, que olvidándome de los consejos de mi entrenador, también yo reclamo y en ocasiones hasta insulto al árbitro.

Estoy seguro que hago mal, por eso déjame aprender, me asusta el saber que me pueden sancionar por repetir el vicio de los mayores. Tú sabes mucho de fútbol, dime todos tus secretos y recuerda que ante todo, tengo que seguir las instrucciones de mi entrenador y no las tuyas en los descansos de los partidos, después, de regreso a casa, comentemos mis errores para irlos corrigiendo. Déjame intentar jugar bien, no me quites mi creatividad.

Te aseguro que los problemas que se presentan durante el juego, los puedo resolver sólo. De esta manera “sentiré” mis victorias y seré responsable de mis derrotas. Yo te quiero y te necesito en la grada oyendo de ti y de mamá sus gritos de ánimo y al terminar, quiero compartir con vosotros mis victorias y necesito vuestro consuelo en mis derrotas. Ayúdame papá, no es mucho lo que pido, solamente “deja y déjame ser”

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Después de leer esta carta, que me impactó la verdad le he dado muchas vueltas y me ha dado que reflexionar. Si no fuera futbolista y no pisara los campos de fútbol los fines de semana pensaría: ¿De verdad es posible que pase esto? ¿Que un hijo tenga que pedirle a un padre que no vaya a verle porque le avergüenza?  Pues bien, lamentablemente esto es muy posible, yo no he visto nunca que se pudiera llegar a este extremo pero si es verdad que los padres de los niños que los llevan al fútbol muchas veces pueden llegar a extremos que ni te imaginarias. Yo soy jugador de fútbol y he entrenado niños de la escuela de fútbol de mi pueblo y en mi caso puedo respirar tranquilo y decir que no fue así, ya que, mi padre nunca me puso esa presión, me avergonzó con mis compañeros ni hizo el ridículo chillando al árbitro. Los únicos gritos que he oído de el han sido de ánimo al equipo y cuando he hecho algo mal se ha esperado a llegar a casa para hablar solos y explicarme las cosas, ya que, él también ha sido futbolista.

Por otro lado, cuando vives en el ambiente del fútbol y vas a ver los partidos los fines de semana o simplemente entrenas a un equipo puedes observar a todo tipo de padres. El padre que se cree que tiene una estrella y aunque su hijo sea bueno desprecia a los demás. El padre que cree que tiene una estrella y su hijo no es muy bueno. El padre que lo paga todo con el árbitro aunque todos veamos que la culpa no es de él. Pero, y gracias a dios, también hay padres que están en la grada y no dicen nada, se limitan a ver el partido y a disfrutar viendo a su hijo aprender, pasarlo bien, da igual lo bueno o malo que sea mientras lo pase bien y aprenda.

Y en mi opinión debería ser siempre así. Los padres deberían limitarse a ir a llevar a sus hijos a entrenar y  jugar y a dejarles aprender, disfrutar y que sean educados en el ámbito deportivo, ya que, el entrenador es un educador más y si este deporte no es el suyo, que no se vuelvan locos que hay muchos más y que se le pueden dar mejor que este porque hay personas para todo.

Esta es mi reflexión y la verdad es que la carta es bastante impactante. Espero no encontrarme nunca con un caso tan radical como este y estoy tranquilo porque si algun día tengo hijos se que no estarán sometidos a tal presión ni ridiculizados.

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