dijous, 3 d’octubre del 2013

Daniel Pennac

Algo que me ha llamado la atención leyendo el libro Mal de escuela de Daniel Pennac en el tercer capítulo en los número 6 y 7, es como habla de algunas de sus experiencias cuando era profesor. En este caso, el autor habla de esas clases en las que él como profesor no estaba presente en ellas, sino que, estaba ausente en clase mientras impartía la lección, lo que se llama un mal día, hecho que los alumnos notaban y por lo cual desconectaban totalmente, ya que, en clase solo se oía murmullo y se notaba que no escuchaban. No se sentía como un profesor, sino que se sentía como el guarda de un museo. Estos casos le dejaban después de clase furioso, ya que, como dice cualquier alumno corría el riesgo de pagar el mal día que estaba teniendo y que, si hubiera tenido que corregir exámenes esa noche la fatiga y la mala conciencia le hubieran dominado.
Por otro lado el autor también hablaba de los días en que le profesor estaba totalmente en su clase, que solo con la mirada que tenía esos días, los alumnos podían ver la situación y prestaban atención desde el primer minuto. Un ejemplo que pone en el libro es una experiencia que vivio en Blanc Mensil, donde tuvo una conversación con una profesora de allí. A nuestro autor le llamó la atención como cuando hablaba ella todos los alumnos bajaban la voz y le escuchaban, la profesora le dijo la siguiente frase (que a mi personalmente me ha encantado): Cada alumno toca su instrumento, no vale la pena ir contra eso. Lo delicado es conocer bien a nuestros músicos y encontrar la armonía. Una buena clase no es un regimiento marcando el paso, es una orquesta que trabaja la misma sinfonía.

Bien, estos capítulos, muy interesantes por cierto, me han hecho reflexionar sobre el duro trabajo que supone ser profesor. El profesor cada día tiene que estar "al pie del cañón" para ir a impartir su clase, tenga un mal día o no, es su deber. Por otro lado un alumno puede permitirse el lujo de no tener un buen día, de llegar a clase, sentarse y desconectar de todo hasta que acabe la clase. El profesor no, ¿Qué sería de un profesor que llega a clase y se sienta en su silla sin decir nada o se pusiera a jugar con el ordenador? No haría su trabajo. Pero por otro lado, un profesor es una persona, como un alumno, tiene el mismo derecho a no tener un buen día en cambio, el tiene que poner los 5 sentidos en dar su clase. Esto demuestra que el trabajo del profesor es más complicado de lo que parece. Y como hemos visto en clase, el cuerpo y nosotros las personas no somos perfectos, no somos una maquina hecha a medida y por lo tanto, tenemos derecho a no tener siempre un buen día.

Con esta entrada también pretendo que quien no se haya hecho el ánimo de leer el libro aún que lo haga, ya que encontrara cosas interesantes en él
.
Espero que os guste.